Llegaste
Abracé tus cigarrillos, el jazz, tus cicatrices.
Olvidé el nombre de todos para sólo recordar el tuyo
y verte desarmado, a tí guerrero, en ese campo que llaman guerra (o sólo amor).
Es que te quiero.
Hablo en excusas porque no encuentro justificación a tu presencia.
Me hablo a mí misma sólo para pensar en ti y en tus brazos,
tus brazos que me condenan por perder el juicio
cada vez que tomas mi cintura.
Te quiero para que pases tus dedos por mi pelo y juegues con cada nudo al despertar.
Te quiero para mí,
sin dudas, con capricho y con todo el hambre que me provoca estar contigo.
Te quiero porque me llenas de respuestas cuando aún no hay preguntas,
porque sabes cada secreto e idea perversa que soy y corroe la razón de cualquier cuerdo.
Escucho tu nombre, tiemblo.
Escucho tu nombre y te quiero
porque sin darme cuenta me aferré a cada centímetro de tí, como tú a mi extraña forma de querer.
Deja una respuesta