Incontables niños viven sin conocer el mar,
escuchan caracoles para sentir las olas
desde orfanatos y aulas, vestidos de ciudad.
La arena es vidrio pequeño
quebrado en pedacitos
son estrellas dormidas sobre la tierra
el agua es una gota con kilos de sal.
Pongo los pies sobre el tapete marino
y se hunde mi corazón, guardador de clavos.
El mar es un abuelo con quien se puede hablar
cuando el mundo se detiene
borde conocido
frontera con el cielo.
Arranco un trozo de playa
lo guardo en mis bolsillos
a 150 kilómetros de silencio.

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