Cuando arde la nostalgia la ceniza cubre cuerpos, ayeres.
Se queda como mancha en la perfección de una tez blanquecina,
como hierba mala en el jardín trasero ó las deudas de un hombre sin empleo.
Pertenezco al grupo de los que alguna vez todo perdieron y encontraron lo perdido
en miserias de otro convicto (porque hay que no aprendieron de su suerte y aún roban ciegamente).
La diferencia es que a mi mismo me extravié,
no hay otro ser que haya querido apropiarse de mis partes,
dejándolas expirar igual que la carne vieja,
complicando mi recuperación.
Ya ni el silencio es mío,
por tantos imprudentes que creen que su voz es lluvia,
así gritan en plena sequía,
inundando la paz y provocando a los mares
que en un punto de este absurdo escrito fueron charcos,
apagando con su brisa la nostalgia
para nunca más arder.
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