Me encontraba en la habitación del fondo, el silencio le aullaba a la oscuridad y con crueldad susurraba a mis oídos «Te encuentras solo». No me molesté en negar su compañía debido a que el silencio y yo nos conocíamos desde que la electricidad dejó a las calles tristes por un fallo del sistema. Me acurrucaba en sus brazos y dormía con la esperanza de despertar y olvidar las voces de vaivén urbano. Tuc, tuc, tuc. El reloj apresuró sus horas y de pronto dejé de sentirme solo, me di cuenta que el silencio se había marchado sin dejar nota de regreso, la luz había vuelto y yo encendí el televisor.
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