Malaquita, me arrancas como flor del campo.
Tu nombre de mala, quita luna del cielo,
separa el mar de su propia sal,
pues el infierno es tu bandera.
Malaquita, ¿cuando entenderás?,
tu nombre mineral, rejuvenece
al nadador sumergido en tus aguas,
al que nada en tus pensamientos;
tratando de llegar al fondo de ellos.
Cada vez que toco tu cabello de estrella
me enredo en vía láctea de hebras;
hago con ellas un nudo entre el Sol y la Tierra,
para evitar que se suelten
cuando el final único asista, a la última noche
de nuestra atmósfera quieta.
Mujer, secuestras vestido al que habita,
la selva de tus enredos de lengua,
lo liberas desnudo a la vida;
sin religión causándole pena.
Malaquita, embustera,
me dijiste que hoy llovería. Sólo veo
lágrimas, huyendo de tu cuerpo,
que acarician tus mejillas
jugando su propia carrera.
Ahora escapas, a diestra y siniestra,
de tu pasado repleto de piedras;
ignoras que al franquear, Señor Destino
las coloca de nuevo, sin reloj en mano,
para que pasando cien metros tropieces
una vez más con ellas.
Mala, quita esa sonrisa de mala.
Quita el sabor de aquello que duele.
Como el saberte tan libre, tan suelta,
entre cascadas, hogar de los peces,
de temerarias con ganas de muerte;
que saltan al abismo del agua corriente.
Tu pelo obsidiana, tu nombre mineral,
resaltan cada ojo negruzco que guardas,
para todo felino que entre los cambures
adviertas pasar.
Malaquita, así de mala,
dibujo tu malicia en mi ajuar.
*Pintura, «La Noia del Siringal», Eloy Áñez Marañon, Bolivia, 2009.
Deja una respuesta