Apiádate de mi, pero no tanto,
hace años que mis rodillas se cansaron de no andar,
de ser pilares de un templo viejo
que también se ha cansado de ser mármol.
Mis rodillas lloran.
Saben por qué falsos dioses me he hincado
y de todo el tiempo que se ha escapado del puño de mi mano.
Hay que odiar los días para amar las noches
sólo así se aprecian las penumbras que invaden la mente cuando los ojos cerramos.
Perdona los días soleados que convertí en tinieblas
mi dañada conciencia ya no sabe de empatía,
cada vez exige más silencio para calmar el dolor que el vivir hereda
tú eras uno de ellos y te has marchado sin avisar,
a sabiendas que mi silencio es ruido que sólo tú sabías convertir en melodía.
por eso, toca, toca fuerte la puerta (si es que llegas)
ó vete otras cien veces con todo el escándalo que puedas.
Así con tanto ruido mi conciencia no podrá dormir y estará lista para abrirte cada noche
cada día
cada siempre.
Deja una respuesta