Antes de abandonarte mientras descubres lo que hay tras cada verso,
te habré tomado de la cintura y con suaves trazos
pintado en tu memoria mi despedida.
El viento dejó de soplar,
así fue como perdí la sintonía con el aire y desapareció la emoción de fluir,
de ser uno mismo con el oxígeno que alguna vez invadió la quietud de mis pulmones.
Tarde me di cuenta; este enfermo mundo está plagado de masoquistas,
también de unos cuantos que prefieren sentarse a esperar en la orilla
apoyando sus manos sobre la arena; manos como las mías.
Amé más de lo que un jodido sabio pudo haberlo hecho,
vertí mis lágrimas sobre ríos que ahora son sequía,
conté todas las estrellas que la noche me permitió contar.
¿Que no tengo razón de entregarme al único destino?
Si en algún momento pierdo esta conciencia entre la oscuridad,
buscaré tus pupilas en la densa niebla, por ser luces de este miserable ciego.
Antes de sellar mis labios en esta despedida y haber pronunciado las últimas palabras de un discurso que dejaré incompleto;
habré terminado los pendientes y cumplido cada juramento,
habré acabado de alistar la valija para que al menos a mitad del viaje alguien frene y diga;
“Este hombre lo intentó, de veras lo intentó”.
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